Para los
niños, realmente es como entrar en otro mundo. Pasan de estar con sus familias,
padres, madres, abuelos, tíos, primos, en un entorno distendido, sin horarios,
con permisividad hacia muchas cosas (comidas, dulces, regalos, entornos más
naturales, horarios de dormir y levantarse), y en el que su principal objetivo
es entretenerse y jugar, a una rutina dónde hay que levantarse a una hora cada
día, hay que ir al cole, escuchar al profesor/a, estudiar, comer lo que te
ponen, bañarse, vestirse, hacer los deberes, ir a natación, ir a clases de
inglés, ir a jugar a futbol..
Pero sobre
todo, es que los niños no están tantas horas con sus padres, o la figura
habitual.
A los niños
les afecta mucho no estar en contacto con sus padres, que estén ahí para
llevarlos al colegio, para recogerlos, para ver cómo reaccionan, sobre todo los
primeros días, para comentar con ellos lo que ha pasado en el cole o lo que han
aprendido.
Especial
atención merecen los que empiezan
colegios o guarderías. Como todos sabemos hay periodos de adaptación
progresiva para los más pequeños, pero es importante que lleguemos unos días
antes de las vacaciones para que ellos también se vayan ubicando, poco a poco
asimilen las nuevas rutinas de horarios y actividad.
A pesar del
apoyo que necesitan los pequeños, es frecuente que los padres se queden peor
que los niños cuando los dejan en el colegio, contribuyendo a su vez al
malestar del niño.
Si el niño ve
a sus padres contentos porque él se vaya al cole y se habla de las cosas buenas
que tendrá estar en el colegio y buscamos la motivación y cuando llega el
momento de dejarlo con la profesora no nos lo tienen que “arrancar de los
brazos”, seguramente los niños tardarán menos tiempo en aceptar la nueva
situación.