Los profesionales de la psicología y otras profesiones que
ven de cerca como mueren personas y cómo sufren su pérdida las que se quedan,
sabemos que el proceso de duelo habitualmente pasa por unas etapas que duran
más o menos tiempo, que la persona que está sufriendo el duelo, lo pasa muy
mal, sobre todo los familiares muy cercanos a la persona que ya no está, y
sobre todo si es una persona joven y la muerte no ha sido esperada.
Parece que a medida que la muerte se produce con mayor
violencia, mayor es el dolor de aquellos que sobreviven.
Pero quiero hablar en esta ocasión de los que sobreviven y
de su dolor: un dolor del alma, como alguien dijo, un sentirse completamente
vacíos, sentir como si estuvieran muertos por dentro, como si les hubieran arrancado
un trozo de si mismos, ya no volverán a ser los de antes.
A estos sentimientos y sensaciones, se añaden los esfuerzos
incansables de encontrar una explicación de porqué aquella persona no debía
haber muerto, porque no debía estar en el sitio que estaba, o los intentos
infinitos de encontrar un porqué al acto de un suicidio.
Recordando las diferencias que puede haber en los distintos
tipos de duelo, se suelen repetir las situaciones familiares inapropiadas en
esos momentos. Me refiero a discusiones por una herencia, conflictos por ver
quien se queda los efectos personales del fallecido, enfrentamientos sobre los
comportamientos en los días previos y posteriores a la muerte de esa persona,
etc.
Otro aspecto al que deben enfrentarse estas personas es el
papeleo, que incluye desde la comunicación a familiares y amigos la muerte del
fallecido/a, elegir lápida y texto, flores y texto, si se incinera o se
entierra (lo que no está exento de discusión familiar), hasta trámites con los
bancos, hacienda, seguros, etc.
Personalmente no he tenido que sufrir pérdidas de mis seres
más cercanos, pero si he visto como otros sufrían este dolor. Lo que he visto
en todos ellos es una profunda sensación de culpa, haya sido por muerte natural
(persona mayor con enfermedad), muerte repentina, accidente de coche o
suicidio.
Está claro que el proceso de duelo cada uno lo debe pasar
por si mismo, asumir, procesar la pérdida y reubicarse en el mundo sin esa
persona tan querida, y que cada uno se toma su tiempo, pero pedir ayuda en este
caso, a los profesionales, contribuye a que esas heridas del alma cicatricen
correctamente, encontrar una forma adecuada de resolver los conflictos con los
que se encuentran los familiares y no dejar que un proceso de duelo, por
doloroso que sea, se convierta en una enfermedad para toda la vida.
Con todo mi cariño, para aquellas personas que han perdido a
un ser muy querido.
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