miércoles, 21 de septiembre de 2011

El proceso de duelo


Los profesionales de la psicología y otras profesiones que ven de cerca como mueren personas y cómo sufren su pérdida las que se quedan, sabemos que el proceso de duelo habitualmente pasa por unas etapas que duran más o menos tiempo, que la persona que está sufriendo el duelo, lo pasa muy mal, sobre todo los familiares muy cercanos a la persona que ya no está, y sobre todo si es una persona joven y la muerte no ha sido esperada. 

Parece que a medida que la muerte se produce con mayor violencia, mayor es el dolor de aquellos que sobreviven.

Pero quiero hablar en esta ocasión de los que sobreviven y de su dolor: un dolor del alma, como alguien dijo, un sentirse completamente vacíos, sentir como si estuvieran muertos por dentro, como si les hubieran arrancado un trozo de si mismos, ya no volverán a ser los de antes.

A estos sentimientos y sensaciones, se añaden los esfuerzos incansables de encontrar una explicación de porqué aquella persona no debía haber muerto, porque no debía estar en el sitio que estaba, o los intentos infinitos de encontrar un porqué al acto de un suicidio.

Recordando las diferencias que puede haber en los distintos tipos de duelo, se suelen repetir las situaciones familiares inapropiadas en esos momentos. Me refiero a discusiones por una herencia, conflictos por ver quien se queda los efectos personales del fallecido, enfrentamientos sobre los comportamientos en los días previos y posteriores a la muerte de esa persona, etc.

Otro aspecto al que deben enfrentarse estas personas es el papeleo, que incluye desde la comunicación a familiares y amigos la muerte del fallecido/a, elegir lápida y texto, flores y texto, si se incinera o se entierra (lo que no está exento de discusión familiar), hasta trámites con los bancos, hacienda, seguros, etc.

Personalmente no he tenido que sufrir pérdidas de mis seres más cercanos, pero si he visto como otros sufrían este dolor. Lo que he visto en todos ellos es una profunda sensación de culpa, haya sido por muerte natural (persona mayor con enfermedad), muerte repentina, accidente de coche o suicidio.

Está claro que el proceso de duelo cada uno lo debe pasar por si mismo, asumir, procesar la pérdida y reubicarse en el mundo sin esa persona tan querida, y que cada uno se toma su tiempo, pero pedir ayuda en este caso, a los profesionales, contribuye a que esas heridas del alma cicatricen correctamente, encontrar una forma adecuada de resolver los conflictos con los que se encuentran los familiares y no dejar que un proceso de duelo, por doloroso que sea, se convierta en una enfermedad para toda la vida.

Con todo mi cariño, para aquellas personas que han perdido a un ser muy querido.

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